viernes, 8 de marzo de 2013

De todos los Méxicos que existen, yo me quedo con el que vivo... El de las cazuelas de barro y los aromas a campo, el de la sonrisa morena y los ojos rasgados... De todos esos Méxicos que habitan esta tierra, el mío es más grande y majestuoso. Como la piramide del sol que puedo contemplar desde mi balcón en los días soleados... Ese México propiedad de los futuros genios culinarios que día a día me enseñan cosas nuevas, de humanidad, de lealtad y de amor a la tierra en que nacieron... Porque los códigos de ética siempre serán respetados. Porque nacimos teniendo ese conocimiento milenario del dominio del fuego; elemento leal de todo cocinero. Porque al final de nuestras vidas moriremos siendo mexicanos. Herederos de una cultura milenaria en una tierra que ha abrigado nuestros cuerpos para mostrarnos que somos profundamente amados por esa energía eterna que alimenta el universo...

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