EL VEGETARIANISMO Y LA COCINA MEXICANA TRADICIONAL
Resulta que en los orígenes de nuestra cultura gastronómica el
vegetarianismo era un factor común en el cual el consumo de alimentos de
ese origen era primordial para la alimentación de la población en aquel
entonces.
Hablemos de hauzontles, quelites, maíz, cacao,
chipilines, verdolagas, hongos, colorines, flor de maguey, guías,
camotes, cacahuate, amaranto o huautli entre muchos más.
Aún así existía la intervención directa del uso de animales en las preparaciones de aquella época.
El uso de carne de armadillo, xoloitzcuintle, tlacuaches, guajolotes y
peces provenientes del golfo era de igual modo común pero no
representaban parte de la alimentación básica y fundamental.
A
la llegada de los españoles la gastronomía prehispánica sufre los
primeros cambios para dar paso a la cocina mexicana mestiza, dando como
resultado la combinación de los productos antes mencionados con nuevas
especies animales que empezaron a repercutir en la frecuencia y usos de
los vegetales cosechados en el campo y las chinampas.
En
realidad el vegetarianismo provocaba un estado de salud perfecto y
balanceado con respecto a las nuevas generaciones que empezaban a
adoptar la cocina mestiza.
La fuerza de las nuevas
preparaciones dio lugar a nuevos platillos que difícilmente eran
aceptados por los indígenas; estas preparaciones elaboradas aún en
utensilios del preclásico tardío eran destinadas a los españoles que se
concentraban en pequeñas aldeas dentro de las comunidades indígenas ya
dominadas.
La gula del español con su cultura gastronómica e
influencia árabe poco a poco empezó a modificar la gastronomía dejando a
un lado las preparaciones vegetarianas iniciando una nueva era de
gastronomía mexicana colonial.
Se dio lugar a las grandes
fiestas que acompañadas de conquistas territoriales y establecimiento
fijo de los españoles en nuestra tierra eran perfectas para poner en
alto la victoria de los conquistadores.
El uso del cerdo como
uno de los nuevos ingredientes bien adaptado a las situaciones
climatológicas y terrenales intervino directamente en la nueva era de
una gastronomía mexicana vasta, excesiva y orientada al festejo sin
olvidar que a su vez el uso de animales de caza, perdices, venado, res,
jabalí era ya fundamental en la elaboración de platillos.
La
gula y costumbres europeas separaron totalmente el uso de los vegetales
dentro de la alimentación prehispánica que para ese momento ya había
sido desplazada debido al mestizaje y creación de nuevos hogares con
costumbres mezcladas en las cuales predominaba la alimentación de tipo
europea.
La cocina mexicana conventual fue el siguiente paso a dar dentro de la cultura gastronómica mexicana.
En los conventos se empezaba a desarrollar de manera fuerte y acelerada
las preparaciones mestizas de nuestra gastronomía fusionadas con las
costumbres del festejo y los alimentos con un objetivo en particular:
generar remembranza, tradición, historia y trascendencia.
Los
ejemplos más claros son los chiles en nogada, el mole poblano, la
elaboración de lácteos con técnicas europeas de origen francés y
centenas de platillos que fueron destinados a ser preparados en fechas
específicas dentro del nuevo calendario ajustado incluso al catolicismo.
Dado que esta época marcó en definitiva nuestra gastronomía, los
vegetales y el uso de los mismos pasaron a segundo plano sin descartar
su uso dentro de los nuevos alimentos desarrollados por monjes, que se
dedicaban a deleitar a los españoles y sus movimientos políticos de
época.
Hablemos de huauzontles en pepián (Rellenos de algún
queso elaborado en el convento), Mole poblano con pierna de guajolote,
chiles en nogada como festejo del ejército trigarante, cochinita pibil
en Yucatán, Tasajo con pepita o cochito al horno en la sierra de chiapas
al igual que muchas preparaciones que involucraron los nuevos
ingredientes españoles, árabes, chinos y egipcios que se convirtieron en
materia prima fundamental para la elaboración de nuestros sabores
nacionales.
¿Y EL VEGETARIANISMO?
Ahora por eso resulta difícil pensar en ello.
Así como en algún momento los españoles recién llegados a nuestra
tierra satanizaron el amaranto tras ver su relevancia política y
relación con las deidades indígenas, hoy en día ya se ha iniciado una
nueva conquista de nuestra alimentación donde parte de esa gastronomía
original también está siendo satanizada.
Antes de hablar de esa
conquista es importante dar a notar estas nuevas tendencias
emocionales, saludables y repercutorias de nuestra alimentación que en
muchas ocasiones nos orillan a pensar en la naturaleza, el bienestar de
los animales e incluso la misma salud.
El ser vegetariano hoy en día implica un esfuerzo extraordinario debido a todo el desarrollo de la gastronomía del país.
Mucha gente se enfoca hoy en día a cambiar su forma de alimentación sin
pensar en el gran trasfondo histórico de nuestra cultura alimenticia.
Antes la facilidad de ser vegetariano era simplemente natural, ahora
resulta una manera consciente y forzada de mejorar nuestra calidad de
vida.
Tras haber intentado mantener una línea vegana por mas de
un año y medio me di cuenta de lo complejo y triste que puede ser no
encontrar alternativas hoy en día para poder cubrir las necesidades
alimenticias y proteicas de una familia.
Esto es debido a
situaciones complejas de provisión, cultura y la nueva ideología del
mexicano a bordo de una alimentación que sigue teniendo una gran
influencia histórica pero que ha sido modificada a criterio de la
gigantesca industria del food service y la agricultura forzada.
El vegano mexicano tiene todo en contra de su alimentación, no existen
establecimientos que ofrezcan alternativas vegetarianas y los que
existen son muy pocos.
De igual manera regresando al tópico
inicial la nueva cultura gastronómica no da entrada al vegano del todo y
siempre terminan comiendo arroz a la mexicana o rajas con crema en un
taco, lo bueno que el maíz prevalece pero el taco por tradición colonial
mexicana va relleno de carne.
Si nos fijamos un poco más en
las nuevas tendencias alimenticias y los nuevos establecimientos de
provisión, existen productos para alternativas vegetarianas que terminan
siendo ovo-lacto-vegetarianas por la necesidad de conseguir proteína y
no caer en una severa descompensación.
A final de cuentas el
mexicano vegano sufre, busca, lucha y cae en monotonía al no poder pasar
del jitomate, la calabaza, amaranto, maíz, chayotes, cebolla, y los
vegetales que se consiguen en mercados y establecimientos locales.
Uno como mexicano representa a su propia gastronomía y aún más como
cocinero, pero tras haber experimentado la dificultad de intentar ser
vegano en una nación con fuertes antecedentes carnívoros (y a parte
haber vivido muchos años acostumbrado a la tradición) resulta criminal
ir a un mercado oaxaqueño sin probar unas enmoladas con guajolote o
pararte en medio de la feria del tamal en Coyoacan y buscar
desesperadamente un envoltorio de masa que no tenga carne adentro por
querer evitar las preparaciones tan deliciosas que tantos estados pueden
brindar.
Es conveniente fortalecer estos pensamientos
considerando nuevamente que este artículo es respecto al vegetarianismo y
su difícil relación con la cocina mexicana tradicional.
Respecto a la nueva conquista, escribiré un poco más adelante.
Y para finalizar, unas preparaciones Ovo-lacto-veganas soportadas de la cocina mexicana tradicional:
Tortitas de huauzontles rellenas de queso fresco en salsa verde y verdolagas
Tostadas de escabeche de coliflor y almendras con amarillito y frijoles con epazote
Tlayuda de setas al ajillo y nopalitos compuestos
Caldo de hongos y epazote
Salbutes de berenjena con salsa negra de chile habanero
¡De que se puede, se puede!
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