jueves, 9 de septiembre de 2010
DEJANDO FLUIR AL EGO
Mi pensamiento prefiere quedarse guardado antes de salir a donde no se le pueda entender. De vez en vez surgen ganchos, fibras, hilillos que por tan delgados, parecerían invisibles. Flotan cerca de mi cabeza, cuanto más a unos pocos metros, esperando a tocar a alguien, a sentirlo, a asimilarlo. En ese proceso, las fibras sensibles de mi pensamiento se conectan, intersectan, acarician, es una sensación inmensamente placentera, plagada en un segundo de todas las emociones posibles, probables hasta ahora solo en el mundo de las ideas. Quien logra sentir este contacto, tiene la primera prueba superada, muchos no pueden, o no quieren sentirlo. Después, algunos se logran preguntar qué los tocó, y saber que no solo fue el viento. Unos más, dejan fluir su curiosidad y afinan la vista para encontrar esos hilillos transparentes, casi imperceptibles. Tristemente, muchos se quedan ahí, satisfechos de saber qué los tocó, y sin seguir todas esas sensaciones hasta su origen. No me molesta que sean tan pocos los que logran entrar a mí, sé que es difícil, las líneas de mi pensamiento son discretas, esquivas, y nunca se revelan más de lo que he elegido. Podría molestarme por estar a veces tan solo, pero sé que no cualquiera, no muchos, muy pocos, tiene la capacidad de jalar esos hilos, deformarlos, revolverlos, y regresarlos, inmensamente crecidos, más complejos, más hermosos… No solo hay que verlo para que sirva, si quieres tenerme cerca debes mover mis hilos, y dejarme mover los tuyos.
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